E L
D E S E O F A L L I D O D E MR. H A R I C O T B E A N
Año 2100. La vida en aquel planeta había llegado a
un punto sin retorno, ya anticipado desde hacía varias décadas: aquella había
desaparecido y la otra –la muerte- lo había llenado todo.
En realidad, todo era casi…; porque
un grupo de seres de esa tierra –humanoides-seguían vivos; ya que una nave
espacial –realmente, un artefacto
enorme- era, ahora, su nuevo hábitat viviente.
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¿Qué había ocurrido?...Lo que
aquellas pasadas voces de la ciencia políticamente correcta y de la política
científicamente asentada, habían previsto desde años anteriores. Si no habían cambios
en la incidencia del desarrollo humanoide en el planeta que lo
sustentaba…, habría reducción de la ozonosfera,
incremento de radiaciones solares, calentamiento global, desaparición de
glaciares, subida del nivel de los océanos, pérdidas de litosfera, cambios en el clima…y, ya sin freno, sequías, hambrunas…y algo ajeno al planeta: guerras
derivadas de lo anterior que podrían acabar con la vida que quedaba.
Pero lo que no se había previsto
como causa importante del desastre; era, que algo originariamente risible
–flatulencias y ventosidades del ganado bovino-; y algo aconsejado por la correcta nutrición –vegetarianismo-
también contribuirían a la catástrofe.
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Afortunadamente-o, quizás, no- para
los de la nave; había entonces una organización planetaria, que dirigía todas
las actividades que constituían la vida, tanto general como particular y tanto
pública como privada. Y aquella se había
movilizado; poco a poco, al principio de conceptuar el problema; y casi
vertiginosamente al considerar la imposibilidad de solucionarlo. Y había concienciado, legislado, y, finalmente, tratado de que, al
menos, un grupo seleccionado de humanoides
pudiera salvarse; y en un deseable futuro reempezar la historia del planeta.
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Una gran comisión –políticos, por supuesto-
asesorada por los más reconocidos expertos en cualquier ámbito cultural habido en el planeta; empezó
la tarea de designar a los que iban a encomendar la misión. Su presidente Mr. Haricot
Bean dejó que el asesoramiento fuera vinculante; aunque se reservó los ámbitos que él concebía como los de la sociedad
del futuro, para elegir él mismo sus integrantes; que fueron aceptados en consideración a su pequeño número y entonces,
escasa relevancia de algunos de ellos.
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Aquel enorme artefacto concebido para la misión, permaneció libre del desastre en
las profundidades del planeta, encerrado en una estructura semejante a un refugio nuclear.
Y, después de algunas décadas de constantes
prospecciones y exploraciones; y, al
final, confirmaciones de la viabilidad mínima del exterior y de la atmósfera;
emergió de su habitáculo; y el grupo dio principio a lo que podría devolver la vida al
planeta, que sus ascendientes habían puesto en sus manos.
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La nave, ahora, aunque ya estaba en
la superficie del planeta, no daba señales de vida; y solamente parecía un
extraño armatoste ajeno a lo que era el
entorno. Pero, dentro, sí había vida: el ajetreo de los expertos manipulándolo todo, que
le daba aspecto de una estación de la NASA;
y, además, el charloteo incesante de un
grupo numeroso de otros miembros, que aguardaba
sentado para recibir información previa a la
primera salida exterior.
Todos estos miembros estaban uniformemente vestidos e identificados por sus nombres, y, por algo que sonaba a
una profesión, ideología o –extrañamente- afición: vegano, vegetariano, crudívoro, animalista, ambientalista, ecologista,
nacionalista, buenista, influencer, bloguer y hacker .Éstos eran los de los
ámbitos.
La información fue que en esta salida
fuera no iría ninguno de ellos. Era una actividad necesariamente técnica para
reconocer el estado del lugar en el que estaban, confirmar su viabilidad vital
atmosférica, elaborar un mapa de su relieve y ecosistema y, en resumen, valorar
su capacidad de soporte de vida. Y… solamente se precisaban los expertos.
Así, que mientras se realizaba la expedición;
el grupo comenzó a debatir la parte no
técnica, la de la organización social de lo que aún no existía;…algo que había
quedado asignado a ellos mismos –miembros de los ámbitos elegidos por el presidente
Mr. Haricot Bean-.
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Estos debates eran moderados por Mrs.Goatherd Shepherd y Mr. Ticket Bond, elegidos desde el comienzo; una por aclamación
de los miembros del grupo, y otro por designación directa del señor presidente, o,…autodesignación –según voces
no correctas-…Y, eran buenistas.
Realmente, personas cualificadas profesionalmente, pero
podían ser manejados por los demás o por sí mismos; y, en cualquier caso, el debate se las traía,
incluso antes de empezar…
Y no hubo forma con algunos
“ambitados”, de aceptar una priorización de los temas que debían tratarse.
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Empezaron los ambitados nacionalistas; que, aunque elegidos por
nuestro Haricot Bean, muchos no eran de su agrado. Pero…eran tan extremistas,
exaltados y beligerantes, que prefirió contentarlos en aquel momento ya lejano;… y, en el futuro,
que los soportaran otros.
“¿Qué nombres, qué banderas, qué
idioma, qué ciudadanos serán de derecho y cuáles de hecho?”-. Y,… por supuesto,
que algunos ya tenían las respuestas;
quizás, desde que empezó el internamiento.
Todo lo que decían “sonaba a chino”:
países de un pasado desaparecido o fantaseado, banderas llenas de complejas
heráldicas, ciudadanos diferenciados en
etnias casi tribales…Y estos soliloquios
parecían el regreso de la Torre de Babel; con propuestas imposibles,
para crear una comunidad con la gente que había sobrevivido al cataclismo
planetario. Sin embargo, siguieron acaparando un debate, que ni siquiera les interesaba a ellos
mismos, porque sólo repetían lo que les habían repetido. Y, mientras, otros políticos
y el resto de los grupos callaban, desoían y preparaban lo suyo.
…Los moderadores, casi desde el principio,
los dejaron hablar y hablar sin hacer
nada más…ya llegarían los expertos para
decir lo que existía fuera del armatoste y sus posibilidades. Por ello, este
parloteo siguió unos días, hasta que los iniciadores se cansaron; y los moderadores más cansados aún pospusieron
los siguientes temas.
Los expertos tardaban más de lo que ellos mismos tenían previsto y
no urgían los temas que debatir. La
espera, así, no tranquilizaba a nadie; y como todos, sin orden, hablaban y discutían,
el ambiente en el armatoste se enrarecía y tensaba. Pero, sin que se hiciera
nada más útil que lo que hacían; porque el habitáculo
técnicamente impecable les proporcionaba lo que
necesitaban: un excelente hotel de lujo en el que robots y expertos
humanoides controlaban la subsistencia desde que se inició el programa.
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Los ambitados –los grupos
ideologizados-y los expertos pertenecían, en este momento, a tres generaciones:
provectos, maduros y jóvenes. En cincuenta años que había durado el internamiento; hombres, mujeres, técnicas de reproducción
“sin moralinas”, control de procreación,
limitación por -ello- del número y otros factores, habían creado esta población.
En ella; en la educación en valores recibida de los suyos, el propio
Mr. Haricot Bean dejó claro su deseo: ningún subámbito – veganos, activistas, políticos
extremistas…- tendría injerencias en el derecho a su propia orientación vital.
Por eso, la generación joven –la más influenciada por sus ascendientes- se hizo
más radical que la de sus mayores, tanto en política como en lo demás. Sin embargo, en la de los técnicos, a
diferencia de todos los demás, primó una actitud casi científica en todos los aspectos
de la vida; tanto en los de más edad como
en los de menor edad; porque no
estaban tan ideologizados.
Por la parte de los políticos no extremistas,
el parecido con aquel presidente, en cuanto al
buenismo de la condición humana individual y social, se mantuvo en todos ellos. Además, los
mayores habían sido buenos gestores
experimentados tanto a nivel profesional como a nivel de gobierno; aunque esto
no pudieron transmitirlo a los suyos. Por ello, si no hubiera
habido en el armatoste más que ellos y
los expertos, su tarea de dirección–
asignada desde el principio-podría haber obtenido los resultados deseados desde el inicio. Sin
embargo, su buenismo, su no interferir
en las orientaciones vitales de los otros ámbitos, su filobienestarismo, y, y
su dejar hacer casi asambleario a los demás grupos les impedía llevarla a cabo. En cambio, los políticos extremistas sí
tratarían de dirigirlos a través de los otros
ideologizados.
Al final, en todos los ámbitos no
técnicos, el diferencial generacional
llevó a extremar los intereses
vitales de los jóvenes, y a convertirlos
a éstos en líderes de sus ámbitos–al principio, casi protegidos
por los políticos extremistas-.Después, inevitablemente, se creó un movimiento interlideral numeroso, irrefrenado, exigente y batallador;
aceptado por casi todos. Y, en los siguientes debates, sus propuestas extremas de organización del
hábitat planetario, fueron consentidas
por casi todos; exceptuando
evidentemente los técnicos de dentro y de fuera…
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Un día, volvieron los expertos. No
hubo discusión sino comunicación a todos
los integrantes del proyecto, de las condiciones del exterior; que en resumen,
eran adecuadas para un nuevo hábitat para la vida. Y aunque, casi todos los
ámbitos requerían información precisa sobre lo suyo, los expertos decidieron
que lo mejor era organizar una salida, para conocerlo directamente. Y, por
supuesto, que no había ningún problema para hacerla.
El día de la salida fue novedoso para
todos ellos. Los miembros mayores de los grupos más naturalistas quedaron
sorprendidos; porque aquello les recordaba el lugar en el que habían vivido.
Los otros miembros más jóvenes sólo vieron lo que habían conocido a través de
imágenes de documentales. Los virtuales -influencers,
bloguers y hackers -parecían defraudados por aquella realidad tan alejada de la
virtual. Los políticos, tanto unos como otros, se mantuvieron quietos; esperando
reacciones de los grupos, de sus
progenitores o de lo que iba a suceder después.
Enfin; emociones, recuerdos, vacíos,
desinterés, esperas y planes –que no sentían o hacían desde hacía tiempo-
fueron los primeros encuentros entre aquellos y la tierra del planeta…
Cuando los expertos los invitaron a
recorrer el lugar –lo que se abarcaba desde allí- solamente, los naturalistas y
los políticos extremistas fueron con
interés, aunque por distintos motivos; y
los demás miraron y analizaron, pero retornaron como si nada.
Para algunos, aquella tierra
–liberada durante tantos años de la acción humanoide- parecía un ensueño; algo que alguna vez en su
vida habían podido ver, en lugares casi despoblados y vírgenes. Pero, para
otros, era tierra que colonizar, hacer suya y nacionalizar.
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Algunos de los que recorrieron el
lugar sintieron la vastedad, la soledad y la calma de una meseta, otearon el horizonte
desde alguna cumbre, descendieron a la frondosidad de un valle, aspiraron la humedad de la
vegetación casi umbría, absorbieron la limpieza de los aires, sintieron el agua
inquieta de un río, vieron aves surcando el cielo y casi atisbaron algún animal
escondido de ellos. Otros muchos ni se movieron para recorrerlo.
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Y… en los días siguientes, volvieron
a salir los mismos y se quedaron dentro, también, los mismos. Los
virtuales, al parecer para olvidar lo de
fuera, prefirieron seguir como si nada hubiera sucedido. Los activistas – que
no fueron casi necesarios desde el comienzo, porque cada grupo sabía lo que
quería- volvieron a quedarse quietos. Y los buenistas esperaron dentro que surgiera algún proyecto
concreto.
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Ese proyecto buscado que, en sí mismo,
era un deseo de que la Humanoidad no desapareciera, una aventura arriesgada y
de escasa probabilidad, y, por ello,
dejado a merced de lo desconocido; estaba empezando a desarrollarse. Y ya tenía algo que lo sustentaba: una
naturaleza, aparentemente, apta para la vida; y gente dispuesta y conmovida por
el primer encuentro.
Esa gente, los naturalistas - tan, a veces, aislados y cerrados en sus
ideas o ideologías-; pareció desde su
salida que lo que los unía a todos ellos
era la Naturaleza, porque en ella
encontraban su propio ser. Ni
vegetarianos, ni veganos, ni crudívoros; ni animalistas, ambientalistas o
ecologistas; pensaron entonces qué comer o qué cuidar…Solamente vivieron su
fuerza, su belleza y que Ella y ellos eran lo mismo. Y esto fue decisivo para el proyecto.
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El nuevo hacer empezó. Los
naturalistas estaban juntos en su redescubrimiento de la naturaleza; pero las
diferencias generacionales matizaban su ilusión, su deseo y el qué hacer, más
que las de sus propias y anteriores ideas.
Los mayores –rondaban los sesenta-
eran los más conmovidos; en parte, porque recordaban sus infancias y aquel mundo más natural en el que entonces habían vivido.
Pero, evidentemente, su empuje y su fuerza no eran los más adecuados para
realizar lo que se les estaba viniendo a la mente: recomenzar con una nueva
forma de vivir.
Los maduros – cuarentones- tenían el deseo de empezar y la capacidad para
hacerlo; pero no añoraban nada del pasado de los mayores, porque el suyo sólo
fue el del armatoste.
Sin embargo, los jóvenes –líderes
para realizar los programas de los ámbitos- realmente querían hacer, tenían
entusiasmo y tenían las ideas recibidas. Y cualquier otra aventura también los
hubiera llevado a entregarse
a ella; fuera, o no, congruente con sus valores que, en el fondo, sólo
eran inculcados, no vividos y demasiado cerrados-. Así, que…
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Los naturalistas, después de unos días,
tuvieron –más que un debate- una puesta en común para concretas cómo querían
vivir en la nueva tierra, y elaborar un plan para desarrollarlo en ella.
Después, lo propusieron a los
políticos buenistas que eran los que aceptaban – y debían dirigir- cualquier proyecto libre y no inviable; y éste lo admitían; aún sin intervenir en él.
Arriesgada, desconcertante y sencilla
era la idea que tenían: vivir como lo hicieron los primeros humanoides, dejar
que su grupo se organizara como fuera surgiendo, y no caer en las “trampas” de
progreso grupal e individual que llevaron al origen del desastre. Y, ahora,
para sobrevivir mientras no tenían resultado; ser provisto de las herramientas
básicas semejantes a los primates, que los expertos les proveyeran de agua, cobijos, alimentos, ropas, medicinas,
semillas, materiales básicos y poco más…Y ellos, pondrían los conocimientos
propios adquiridos en su anterior –los mayores- forma de vida.
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En el armatoste -cuando los
naturalistas empezaron a servirse de sus
propios esfuerzos, conocimientos y actitudes- los que se quedaron aceptaron el vivir dentro. Era el hábitat en
el que habían vivido tanto tiempo y lo hacían ahora;…y no decidieron nada más.
Así que,
los expertos continuaron con su trabajo ; los políticos no extremistas no fueron necesarios ni fuera…ni dentro; los activistas sin nada que activar se
adaptaron al “dulce no hacer nada” del hotel; los virtuales empezaron a aprender los programas ; y las propuestas de los políticos extremistas, al estar fuera de lugar en una incipiente
sociedad casi hermanada con la Naturaleza, los hicieron regresar.
Y, aunque el movimiento interlideral se había escindido en jóvenes dentro y jóvenes fuera,
los comportamientos deseados fueron parecidos en unos y otros. Pero, en el
armatoste sólo había -en los mayores- frustración, perder el tiempo y quizás
esperar; y esto no los movilizaba.
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Pasaron meses. Los naturalistas
trabajaban en lo suyo, aunque sobrevivían
dentro de la civilización –pero con precariedad, porque ellos lo habían
pedido-; y ya se iban viendo cambios y avances. Dentro, los únicos que hacían algo
eran los expertos y los virtuales; porque los políticos buenistas daban por
bueno todo lo que se hacía y no se hacía; aceptando el normal funcionamiento,
la no alteración y la ayuda de los virtuales. Además, aunque sin preocupaciones.
estaban al tanto por las comunicaciones
de los expertos, del desarrollo del grupo exterior.
Así que todo el programa
diseñado por la comisión encargada por Mr. Haricot Bean estaba
cambiando. Dentro del armatoste sólo había mantenimiento; y fuera aquel inicio
de sociedad pertenecía a la era cuaternaria, no a la extraordinaria civilización
alcanzada por la Humanoidad. Y, además, los nuevos colonizadores, ahora no serían del agrado del presidente.
Pero, al menos, algo había salido acorde
con el deseo de aquel: existía un nuevo hábitat para la vida humanoide, gente que podría recomenzarla, otra que, todavía
seguía viva y un armatoste preparado para lo que surgiera.
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Fuera, sí había avances; desconocidos
por los expertos y, por tanto, también
por los buenistas. Fueron la lucha por enfrentarse a la dureza de un ambiente desprovisto de recursos
inmediatos, la resistencia al deseo de volver dentro, el ánimo pese tardanza en conseguir resultados y el querer aprender rápidamente y con pocos
errores. Y lo que hizo que siguieran adelante y avanzaran fue, precisamente,
aquello que los hacía frecuentemente enfrentarse a las críticas: su aparente
terquedad en vivir sus ideas, aunque parecieran contrarias al sentido común.
Esa tenacidad, ahora, los hizo no volver atrás y empeñarse en lo suyo; y que, por parte de los mayores se unió al
“poco tenemos que perder”; en los maduros, a su fuerza; y, en los jóvenes, a su
desapego de lo socialmente correcto.
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Esta actitud fue posibilitando el
cambio de un lugar de la naturaleza en un hábitat de vida humanoide: Había agua
embalsada por los expertos, un río que en principio fue paisaje y vía de
transporte, después, tuvieron el fuego;…y todo empezó a modificarse. Las hachas
cortaron árboles, las cuerdas los transportaron y unieron, las martillos los
clavaron y, poco a poco, fueron
emergiendo habitáculos para
guarecerse; añadidos a las cuevas que el fuego iluminó, calentó y protegió de
peligros. Las comidas fueron preparadas y gustadas por cada grupo; las pieles –encordadas
y agujereadas- sustituyeron a las ropas
civilizadas; las hierbas ayudaron a las medicinas y acabaron casi
sustituyéndolas; y las semillas fueron entregadas ala tierra.
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Cuando había transcurrido más de un
año, los ahora primitivos no sólo tenían
lo que primeramente habían conseguido; sino que el hábitat era lo que los
ecologistas llamaron un ecosistema, los animalistas una reserva de animales en libertad, los ambientalistas, la unión del humanoide y
la tierra, y los demás –religiosos, o
no- un vergel, un paraíso.
El lugar –no más extenso que lo que
necesitaban- acabó lleno de la vida que propiciaba
la Naturaleza: humanoides; animales cercanos, alejados o entre ellos; hierbas,
plantas y árboles entremezclados con todo; paisajes que seguían vírgenes y entrañados; y terrenos
cultivados por los primeros que reiniciaban la agricultura.
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Dentro del armatoste, todos sabían
que lo de fuera no se había estancado como lo suyo; pero cada grupo lo conocía,
lo interpretaba, lo deseaba y lo sentía de forma distinta. Los expertos sólo obedecían
órdenes para el mantenimiento, inspección exterior y para alguna ayuda
requerida; los extremistas, los virtuales y los activistas –aunque reconocían
el recomenzar de la vida humanoide- no
consideraban esta etapa de la civilización, como acorde con sus planes. Y los
buenistas estaban en medio de los dos modelos –armatoste y naturaleza- y no
sabían qué decidir y apoyar. Mientras, los virtuales estaban adquiriendo mucho control sobre la
programación del armatoste.
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El tiempo continuaba transcurriendo:
dentro, casi todo seguía igual y fuera
el hábitat parecía consolidado. Sin embargo, el vivir en la naturaleza
casi con sus propios medios, iba creando
una sociedad autosuficiente en este bienestar
que ahora –no antes- deseaban. A la vez la mentalidad del grupo cambiaba
hasta en los valores individuales, sociales y
sobre la naturaleza; y esto que
no lo sabían dentro del armatoste separaría los dos mundos: el del progreso del
año 2100 y el del comienzo del año 0.
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La separación fue algo –como un “repentino darse cuenta”- que se
introdujo en la mente de los virtuales. Ellos no querían este mundo de los
naturalistas y podían buscar en otra
zona del planeta. Además, conocían ya los programas del armatoste, tenían deseo
propios –no, como los expertos profesionales o los buenistas indecisos-; y se
les podían unir los extremistas y los activistas…Pero,
nada hablaron y prepararon con ellos hasta que supieron controlar absolutamente
el armatoste para realizar su plan de
búsqueda; sin que los técnicos lo advirtieran.
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Los naturalistas no pensaron en
ninguna separación; porque, aunque los de dentro no participaron con ellos,
creían –o los daba igual- que en algún momento todos los pioneros del armatoste
estarían juntos en su recomienzo de la vida humanoide…
…Vida que había ido abandonando aquellas ideologías tan extremas que obviaban
el sentido común humanoide…Ahora había agricultura, animales domesticados y
animales cazados; el vegetarianismo, el veganismo y el crudivorismo seguían
presentes, pero sin que fueran modos cerrados, sino formas alternas de alimentación;
el ecologismo y el ambientalismo eran intrínsecos a su nuevo convivir en la naturaleza;…. y el
animalismo desapareció cuando fueron como aquellas tribus –escondidas y libres del
progreso tramposo humanoide-: pero más sabias, más independientes, más
convencidas , más escarmentadas, y, más entrañadas con toda la naturaleza y sus
inevitables vivires y morires.
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Un día, sin que nada se hubiera
advertido fuera, el armatoste bramó, despegó y desapareció de aquella “pobre
zona perdida en el tiempo atrás”.
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Año 2115. El tiempo seguía
transcurriendo hacia un futuro que ni
unos ni otros sabían prever;… incluso podrían no continuar en él.