U N H O L O G R A M A
Un atardecer en verano. Ya se había ido el calor húmedo y agobiante de la media tarde; y el mar cercano y el del horizonte mezclaban el caer de la luz entristecida, con el azulear ennegrecido que emergía el misterio y el allende los mares; y, ya, todo el lugar –su gente, su ajetreo y sus haceres- se entregaba al nuevo momento del día; con otra belleza y otra emoción más cercanas al anochecer.
Un balneario. También un lugar hermoso, acogedor, divertido; en el que el ocio del juego, la música y el simple estar de la gente; lo hacían agradable para pasar el tiempo.
Pues bien, yo también conocía, vivía y disfrutaba en los dos: durante el día, la playa con mis amigos; durante la noche, el balneario, que –para mí- sólo era el lugar en el que actuaba como músico, aunque, a ratos, participaba en su ocio. Pero, en ninguno de los dos momentos y en ningunas de mis dos actividades; mis sentires, mis emociones, mis bienestares, mis situaciones y mis haceres…no eran otra cosa que las del mero moverme por la vida a través de caminos de ocio.
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Todo este conocer lo que entonces me sucedía es del recuerdo de ahora; porque lo que realmente pasaba no puedo saberlo. Por eso, la emoción que hoy – y otras veces- despierta en mí, un suceso –una imagen- de aquellos tiempos; ignoro si entonces la sentí, o, si solamente es ahora, al recordar aquello, cuando aparece. Lo del recuerdo es obvio –un hecho más-; lo de ahora, es extraño, hondo, incomprendido y ajeno a lo real; aunque aparezca junto a él.
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El balneario; media tarde, la luz fuerte de ese momento; un grupo musical ensayando; la música suena reverberada, su eco envuelve el lugar; y el cantante –que meses después murió- canta una canción suave, amorosa, sencilla y cálida. Mi recuerdo –la imagen de lo que sucedió- solamente tiene esa escena; en la que yo, al entrar, me quedo quieto e impactado por la melodía y por la luz, aunque hay algo más.
Ahora –cuando la recuerdo- la canción, el cantante y la luz están unidos y aislados de todo lo demás; como un holograma entresacado del tiempo, que algo lo ha creado, separándolo de aquel hecho y mostrándomelo aparentemente como recuerdo.
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Parece que la imagen de entonces, la del mero recordar y la extraña en él son de momentos distintos: un pasado real, un presente cierto y un estar fuera del tiempo.
La luz no es una mezcla de blancos, negros y grises alterados por el deterioro del tiempo –una fotografía-; tampoco es la luz real de una imagen, retenida tal como era -algo singular-; sino una luz que envuelve, que se mueve, que está en algo que ni antes, ni ahora existió en el espacio tiempo; pero que sí sigue siendo fuera de él.
En la escena –que recuerdo- como tal recuerdo- la luz que llenaba el salón del balneario, era la de la caída triste de la tarde y la del allende los mares: un morir y un nacer. En la escena que ahora me hace sentir, no hay ni tarde ni anochecer; pero el suceso que había desaparecido en el pasado ha vuelto y no es un recuerdo solamente; sino algo que ha venido con él desde algo que no es del pasado.
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La luz, la tarde y el allende los mares están en él; pero el sentir está en mí. Es hondo, extraño; y, a la vez, cercano, intuído, nostálgico de más allá del pasado, conmovido y alegre: algo, alguien –que no era nada mío en la vida- sigue siendo; aunque el pasado lo haya hundido en sí mismo; per, no. en la nada.