v
N A D E R Í A S D E U N C R Í O
No habían fotos, recuerdos propios o ajenos, ni siquiera anécdotas familiares; sobre algunos hechos que le contaron, sin más; aunque sobresalían en la pequeña historia y crearon detalles del carácter del crío, hasta los cuatro años.
Eran una sarta inconexa de aparentes naderías que, ya adulto, le parecieron trascendentes, porque el olvido perenne de esos vívidos momentos tanto de sí mismos como de sus circunstancias, le dejaban un vacío que hubiera deseado sentirlo lleno.
Naderías: el crío de dos años dormido en la nieve – después de una travesura- cerca de una casa barracón en un pueblo norteño y en pleno invierno; el crío, paseado de brazos en brazos por los reclutas de un pabellón cuartelario; el mismo crío –algo mayor- jugando con otro más pequeño y paralítico; y .ya con cuatro años- recibiendo un galardón escolar por su aplicación.
Su vivir en este tiempo solamente lo sabía por estos hechos que le contaron; ya que los día a día de su niñez se quedaron en lo más escondido de su memoria: aquellos hechos estaban vacíos de contenido y sensaciones; los vividos, casi ocultos y pesando en su sentir adulto.
-----o-----o-----o-----
Sus siguientes años sí tuvieron recuerdos –a veces, solapados, reconstruídos y contradictorios- que podían, y pueden, ser comentados, compartidos y curioseados; y ser los soportes de una identidad tejida a lo largo de los años; tanto en el carácter como en el sentir.
Pero, para que su vida vivida –ahora, también, la de su familia- sea comprendida y valorada; es decir, recordada y querida cuando deje ser; la memoria –siempre, una reconstrucción- necesita vivencias, sensaciones, obviedades y preguntas; que la hagan verdad humana, verdad de existencia.
-----o-----o-----
Unos años –siete u ocho- vivieron en la casa del moro –así la llamaban-. Grande, bien habitacionada, patio central con claraboya, azotea, huerto y construída en un altozano separa do de las casitas humildes de la barriada. La familia; el padre –militar-, la madre – ama de casa-, un hermano pequeño, él mismo y un perro- un perro lobo casi asilvestrado-.
En el vivir diario –cotidiano y laboral- una secuencia que se repetía tras la llegada del padre: beso a la madre –“Chata…”-, saludo sin más a los hermanos, guerrera –chaqueta militar-fuera, breve aseo y faena en el huerto hasta la hora del almuerzo; mientras la madre finalizaba las tareas de la mañana y preparaba el almuerzo; después, comida acabada, mesa recogida y…
…Los hermanos, tras el almuerzo, a sus cosas; y el resto del día…, los padres, a cocinar, charlar, gestionar, salir y, a veces, discutir algo importante – que no atendían los críos- o lo cotidiano referido a ellos…
Este era el vivir diario…en la casa, dejando de lado el cuartel, la escuela y lo que surgía alterando algo la rutina dentro y fuera. Lo que hacían los hermanos, ahora, no es importante para lo que el crío –ya adulto- necesitaba recordar y recobrar, aunque un poco tarde: al padre y a la madre como seres humanos que existieron, vivieron y murieron.
-----o-----o-----
¿Alguna vez, en aquellos años, valoró, reconoció, atendió, supo, observó o agradeció todo lo que hacían sus padres?...Quizás, la memoria estricta tenga imágenes –y de tantas tareas diarias- como –“mira a mamá fregando el suelo de rodillas”- o -” cómo suda papá cavando el huerto”…Estas situaciones y otras parecidas quedaban en la memoria como meras descripciones, mientras que el impacto o emoción –cuando lo había- se unían a esa urdimbre enmarañada que forma el sentir de la vida; y que el adulto –aquel crío- quiere, ahora, revivir.
-----o-----o-----
Al padre lo ha recobrado en el huerto; sin tener memorias claras –imágenes- de lo que hacía en él. Había creído siempre que era un ocio, una distracción, un desfogue; pero, ahora, sabe que era esfuerzo, tesón, obligación asumida, para sustentar a su familia: era alguien con gran fortaleza física y moral.
La madre, siempre parecía recorrer las habitaciones o ir de un sitio a otro, echándolos continuamente, y, cuando acababa la mañana todo estaba “como debía estar”. Pero, se levantaba a las siete de la mañana; al poco tiempo, todos se iban a sus cosas en la calle –cuartel y colegio- desayunados, vestidos y aseados; las compras cotidianas iban después y el recorrer la casa continuaba hasta…¿Alguna vez, se lo agradeció –un beso- o le ayudó?...Pocas…También era fuerte en lo que tenía y debía hacer.
-----o-----o-----
Este también era su vivir diario cuando las cosas del hogar iban bien o tirando; pero en este día a día –continuo, sin descanso y sin echarse a atrás- sucedían contratiempos que alteraban poco o mucho a los padres; en su bienestar, su, trabajo, su seguridad; y, que al crío le hacía poca mella en su vida tranquila y ajena; incluso le proporcionaba agradables tiempos de ocio:
La madre enfermó con cierta gravedad. El padre –en la farmacia-: -“Necesito estas medicinas para mi mujer”-. Se las dan. –“Lo siento, pero no puedo pagarlas ahora”-. –“¿Cómo, que no”?- –“Soy militar; esta es mi documentación; puede comunicárselo a mi superior; aceptaré las consecuencias y el ejército le abonará el importe. Ahora debo llevármelas”-…
…Arresto cuartelario de un mes. Descuento en la pequeña nómina varios meses. Anotación en expediente personal…
…Arriesgó hasta su carrera militar. El crío –tiempo después- lo contaba como una hazaña de Gary Cooper.
La madre dio a luz con normalidad; pero, después y simultáneamente te, aparecieron fiebres puerperales y paratíficas; con grave riesgo para los dos. Por ello pasó a cuidarla un familiar, que, según el padre, lo hacía mal. Él y ella decidieron que se quedara en el hospital, con la madre; encomendándose a “lo que Dios quiera”…
…Decisión dolorosa y arriesgada, El crío –ocho años- lo pasaba bien en el hospital militar; con paseos, escondidas y sin colegio.
-----o-----o-----o-----o-----
De todo esto y algunos otros algo penosos y complicados que les sucedieron; y que eran la normalidad en la vida, el crío conservó imágenes casi de tebeo. Sin embargo, de las peripecias –buenas o malas- que él vivió en sus cosas; curiosamente, lo más profundo fueron las vivencias del momento; siempre bastantes enmarañadas, confusas, parciales y, por ello, difíciles de comprender, asimilar y dejarlas en sus tiempos ya pasados. Por eso quiso comprenderse y, después, comprenderlos; pero sucedió al revés.
Este deseo –el de sus padres- no apareció como algo que necesitó para su vivir adulto. En esta etapa de su vida su padre –jubilado y un tanto indeciso- y su madre – todavía ama de casa pero con hijos independizándose- eran las personas que les habían dado la vida y llevado a la adultez; que ahora parecían no tener claro qué hacer para ellos mismo, y, que estaban en sus vidas, pero en una relación distinta a la del pasado.
Sin embargo; achaques, rarezas y menos vitales; al crío adulto, algunas veces, lo llevaban a recordarlos cuando eran fuertes, claros, decididos y llenos de vida; y algo que era pena, cariño, nostalgia de su pasado familiar; acabó en recuerdos de aquello, tratar de sentirlos en su grandeza humana y quererlos por lo que eran.
-----o-----o-----o-----
Esto tardó años en llevarlo a cabo: padre y madre muertos; él viviendo una vida que, aunque externamente era tan normal -salvo etapas y momentos- como la de cualquiera, íntimamente estaba plagada de sentires sobre sí mismo y la existencia –no, la vida-; y, al final, fue el escritor, que resurgió de sus comienzos, quien se encontró escribiendo sobre el sentir y el comprender a sus padres en un primer relato. Después, surgió el que hoy está terminando; aunque estaba en su mente, creándose poco a poco con lo que la memoria mantenía oculto porque para vivir el día a día no era necesario;… y quizás, otros recuerdos que no se lo habían contado porque los había vivido, y, que no eran sólo suyos ni de sus padres, sino de momentos juntos; pero que su simpleza, su nadería y su no hacer falta; mostraban lo que los unía;…esos recuerdos –casi olvidados porque eran impresiones casi nunca comentadas por pudor-mantuvieron la urdimbre y crearon el impulso