El vacío del escritor bloguero
relatos del alma
El ¿alma? -no sé cómo llamarlo- se expresa a través de la música y deja palabras que dicen una historia, una impresión, un sentimiento,un...; y ,eso, es lo que escribo en mis relatos
miércoles, 21 de junio de 2023
sábado, 17 de junio de 2023
sábado, 22 de abril de 2023
viernes, 25 de marzo de 2022
FUEGOS ARTIFICIALES
F U E G O S A R T I F I C I A L E S
En el comienzo –no lo hubo- de la Eternidad no había vida, no habían planetas, no habían estrellas, no habían galaxias, no había materia oscura; tampoco partículas, ondas, fuerzas separadas…Sólo, habían la Energía y el Caos;…y la Entropía (la condición de la Nada).
El Caos; sólo protopartículas y energía; el desorden primero o último de la Realidad.
La Energía sí era real, siendo energía o siendo materia; materia, cuando su fuerza se cerraba sobre sí misma, y, energía, cuando se liberaba de su propia obstrucción.
Y desde el comienzo –que no hubo- de la Eternidad, todo fue un devenir continuo y reversible de los estados de la Energía: materia que se hacía energía, energía que se hacía materia…Si sólo hubiera sido materia, habría sido la quietud eterna e inmensa que, entrópicamente, habría desaparecido en sí misma; si sólo energía, la inquietud, también eterna e inmensa, que tampoco habría evitado esa inercia. Pero, no era así; porque cada estado, al mantener dentro su contrario, impedía la degradación de la Energía en el caos, en la nada; ya, que el proceso –reversible- invertía la inercia establecida.
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En la fase energizada de la realidad, había espacio, tiempo, energía y materia; pero, no, como en el universo, aún inexistente: El espacio no estaba extendido en las distancias, aunque se expandía o se contraía como si aumentara o disminuyera; y el tiempo no transcurría, sino con la rapidez de la misma instantaneidad. Y, lo que había en este espacio que producía el movimiento, era la vibración de la Energía energizada.
En todos los puntos de esta realidad, las vibraciones se rompían en otras idénticas, que se reproducían y propagaban en igual proceso; expandiendo el espacio que creaban continuamente. Todo era energía que se transformaba en ella misma y un espacio energizado que cambiaba sin cesar; pero en los puntos de ruptura –puntos residuales de energía- esa pequeña fracción del espacio que se había formado, quedaba encerrada, presionada e inmovilizada; y hecha de materia y energía reversibles, degradándose en materia y energía degradadas –las del caos-.
En esta extraña realidad la energía era espacio y el espacio era energía; la expansión del espacio era el fluir de la energía, y la detención del espacio, la ruptura de la energía. Energía y materia, Energía en dos estados; aunque los de la ruptura eran azarosos, informes y puntuales; pero incesantes en la totalidad del espacio…Energía era lo que existía y los puntos eran la singularidad.
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En el comienzo –que…-de la Eternidad también había algo distinto de la realidad que creaba la energía al expandirse; primero, causado por el mismo proceso –secundario a éste-; después, simultáneo con él.
Los puntos –aquellos- de ruptura, acababan siendo espacios de materia, peo, a la vez, de energía; degradándose o ya degradadas,. Y en ellos, la realidad y sus procesos eran diferentes:
Nada era estable, salvo el proceso hacia el caos; y en esta nueva realidad –la de los puntos-, todo aparecía, desaparecía y cambiaba sin cesar; sometido a la reversibilidad materia-energía, a la presión externa y a la entropía. Y su materia –de partículas cuasielementales- era y no era casi simultáneamente; mientras su energía –casi instantáneamente en movimiento y transformación- no llegaba a salir del punto.
La materia y la energía duraban un solo instante, en el que algo se transformaba en algo…Recordaba el fuego; lanzando chispas que alteran su color y su forma y se desvanecen, después de muy poco, en el aire; mientras otras empiezan el mismo proceso…
Aquí, nada parecía existir; sólo era el desorden entrópico –casi un caos- simultáneo al proceso de energía, en el comienzo -…- de la Eternidad.
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Pero, la energía –no encerrada en los espacios de ruptura- se expandía en todos los puntos de la realidad; sus vibraciones redundaban espacios; y los vacíos de ruptura se formaban, se rompían o eran realcanzados;…pero esta realidad no era caótica –ni informe, ni desordenada-, sino creada y creadora:
En los puntos realcanzados por la expansión energética, se alteraban los estados sobrevenidos de degradación de su materia –partículas cuasielementales- y de su energía –encerrada-; porque se colapsaban sus procesos inérticos, enlentecidos hasta detenerse.
Después de un tiempo –breve, pero real- algunas partículas –reenergizadas- se agrupaban simultáneamente, sincronizando presencias y desapariciones; a la vez que la energía –incrementada- generaba movimientos que las reunían en configuraciones distintas.
Este nuevo proceso se extendía durante un tiempo y las formas se iban multiplicando continuamente hasta que casi ninguna partícula quedaba aislada.
Sus formas eran simples, muy redundantes, inestables y azarosas; casi sin evolución en las configuraciones, por falta de interacción. Pero, esta realidad volvía s ser removida –energéticamente- y alterada; y surgían otras fuerzas que reunían, dispersaban, separaban o atraían, tanto a partículas como configuraciones. Y esta realidad dejaba de ser como antes: ahora, formas que permanecían, fuerzas que las organizaban, diversidad, transformaciones y crecimiento.
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Cuando la Energía se cerraba a sí misma formando bucles esferoidales, su expansión externa quedaba colapsada.
Internamente, su propia presión iba impidiendo la expansión vibratoria y la creación del espacio; y, así, la energía –contrayéndose continuamente- iba conformando una aparente e inmóvil materia –ni la del universo, ni la de los puntos de ruptura-; aunque, realmente, no había tal materia, sino bucles energéticos.
No había, de inmediato –no podía haberla- reversibilidad materia-energía; no había, tampoco, caos –todo era un movimiento energético-; pero sí había entropía –condición ineludible de la realidad-, que detendría el proceso.
Por eso, todo llegaba a un estado último; en el que la presión estaba casi estabilizada y había un mínimo fluir vibratorio, al final, puntos de ruptura: espacios cerrados, energía, materia; pero, sin presión externa degradante y con reversibilidad…Y, cuando la Energía –por su misma peculiaridad- se liberaba de su propia obstrucción, aparecían partículas elementales libres, y, fuera del espacio energizado.
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Después del comienzo de la Eternidad seguía habiendo Caos, Entropía y Energía. Energía en fases energizadas y materializadas; pero, siempre, en cualquier realidad que apareciera, sometidas al proceso de reversibilidad.
También, producidas en cualesquiera de las dos fases, habían partículas: ondas, como “materia encerrada en energía” y, propiamente, partículas, como “energía encerrada en materia”. En las primeras –las vibraciones- el movimiento era externo, creaba –“andaba”-el espacio; en las segundas –las de puntos de ruptura y las de procesos materializantes- el movimiento era interno –“encerraba el espacio”-.
Pero, tanto unas como otras, alcanzables por la expansión energética; por lo tanto, reenergizdas, alteradas y configuradas interactivamente…
La Primera Realidad –Energía, Entropía y Caos-; casi única, estática, monótona y cerrada; originaba una Segunda Realidad, plural, dinámica, cambiante y abierta.
domingo, 13 de junio de 2021
ALGOV
A L G O
El hombre va andando por la calle. Llega a la esquina del cruce con otra, la sobrepasa, mira al fondo; y, en el grupo de personas que transitan por la paralela, una de ellas fija su atención.
Hay algo raro en ésta –más allá de su altura, su ropa sucia, su expresión despistada y la mirada que le devuelve- que le hace verlo como alguien que, de pronto, ha aparecido en este lugar; pero que no es de aquí. Y este “no es de aquí” es lo que ha sobrecogido al hombre que lo ha visto; porque lo ha sentido fuera del mundo.
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Ha pasado un buen rato. La calle –la paralela- está más concurrida que antes. Gente diversa discurre por sus aceras, entrecruzando sus caminos, sin, casi, detenerse ,y, toda con parecido apresuramiento,…pero no pasa nada extraño; sólo es la hora de marchar a casa hasta el día siguiente, después del cierre comercial…
…Antes de que los últimos transeúntes despueblen las aceras y los coches dejen de circular continuamente; el hombre –que iba andando por la calle- se ve, también, transitando entre la gente; pero no como ella. Más que andar, se mueve como si buscara algo y tuviera que sortear lo que le impide verlo. Está agitado, inquieto y visiblemente contrariado; y, a veces, cuando se detiene parece dudar de lo que está haciendo,pero, no puede dejarlo; porque desde que vio –y se miraron- al otro, algo de los dos lo está impulsando a seguirlo.
Llega –como antes- a una esquina y lo vuelve a ver. Se repone, algo aliviado, al tenerlo cerca sin perderlo y se queda mirándolo, como si entendiera su confusión. Está un poco alejado de la acera, por la que aún camina la poca gente que queda, y parece apartarse con miedo de ser empujado; y así –esquivando, dando traspiés y tambaleándose- acaba apoyado en una pared…para , después, dejarse caer al suelo.
La gente que pasa a su lado no da muestras de verlo aunque mire hacia él; y éste sólo parece sentir las presencias que pueden ocupar su espacio –y se aparta-, porque sus ojos vagan extraviados e inertes; sin ver.
-“Nadie va a tropezar con él,y, él no va a tropezar con nadie; pero los dos van a notar la frialdad del vacío al cruzarse”-. Para el otro hombre –que está diciéndose esto, casi sin tener tiempo para reflexionarlo-algo se está volviendo evidente, y es…que aquel no es de este mundo.
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La noche, en las afueras de la ciudad, está abatiéndose en todo lo que allí vive… Al caer el atardecer la claridad se iba perdiendo en las sombras; aunque la tierra, los árboles y las pequeñas casas dispersas en el campo, todavía conservaban la fuerza, la belleza y la alegría de la vida;…y, ahora, sólo les llegaba el descanso sereno y la espera…
…Pero ya, la noche ha caído; y nada que esté bajo ella es acogedor. Solamente hay la negrura, el vacío, el silencio, la soledad y frío…; sólo eso son las afueras.
La sombra del hombre – la única que todavía se mueve en la intemperie – penetra en un lugar recóndito y enmalezado – abierto en la tierra-, después de quitar la piedra que lo malcubría. Es una oquedad en la que un cuerpo no soportaría la dureza, la humedad y la frialdad del suelo; pero él sí entra…Al rato, el lugar queda tan en silencio como el de la noche…
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Antes de llegar a las afueras de la ciudad, él había deambulado tras la gente –que acababa desapareciendo en sus casas-, había recorrido calles y calles casi vacías siguiendo unos pasos, se había detenido en cualquier sitio como si lo hubieran parado; y, después, otra vez, y otra vez, y otra…había vuelto a empezar este ajetreo sin sentido.
Sólo, cuando –ya anocheciendo- su camino lo llevó fuera de la ciudad, y, sintió la presencia del campo, el hombre pareció salir de su apatía y se dirigió hacia este lugar.
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El cuerpo yace en el suelo duro, húmedo y frío de la oquedad abierta en la tierra. Está muerto, rígido como una piedra, y, tan vac ío por dentro y por fuera de cualquier asomo de vida, como aquella misma. Y dentro del hueco no hay nada que se mueva –ni siquiera un ruído- que rompa la quietud-o el silencio-. Sin embargo, algo del hombre no está enteramente muerto y pervive sin su mundo.
La memoria no había cesado después de morir. Sus recuerdos empezaron a recorrer toda su vida hasta el último momento; pero, entonces, volvieron hacia atrás, recomenzaron, llegaron y –aceleradamente- repitieron y repitieron todo; convirtiéndolo en una sacudida para algo del hombre; algo que el escaso tiempo transcurrido todavía no había apagado los recuerdos.
Éstos, poco a poco, abandonaron el camino del pasado y parecieron ser del presente. Un presente que aún seguía ocurriendo en la memoria; en una escena confusa y atropellada, tan llena de dolor y angustia, que acabó reavivando a ese algo, aunque fuera de su mundo. Después, desde el interior más escondido de la mente, se desencadenó lo que hizo regresar al hombre.
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Aquel otro –el que iba andando por la calle- lleva días sin salir de su casa y, aunque no ha vuelto a verlo, no se le va de la cabeza. Haga lo que haga –desde lo más rutinario a lo menos habitual- la imagen de ese hombre salta en su mente y se queda fija casi impidiéndole atender otra cosa; pero no le muestra nada más, a pesar de esforzarse en comprenderla; sólo que es de alguien fuera de este mundo, que lo sobrecoge angustiosamente y que quiere algo de él…
…Fuera –igual que los demás días- deambula el otro. El mismo recorrido tras la gente, las mismas calles, las mismas paradas de repente;…el mismo ajetreo sin aparente sentido.
El cuerpo –alto, desgarbado y suciamente cubierto- no lo ve nadie, ni siquiera él mismo; solamente existe –como era cuando se vio por última vez-para que el algo de la mente lo mueva entre los vivos, sin que éstos lo sientan; más que como un escalofrío al pasar a su lado.
Y aquello ya no es un algo que tan sólo recuerda, sino un algo que sigue vivo en un presente inacabado y doloroso, que no quiere que suceda... Por eso en su mente se ha desencadenado el regreso; pero a un mundo que ya no es el suyo, y, en el que se siente perdido y solo…
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En él, la memoria –después del retorno- ha olvidado lo que pasó tras la muerte; y de ésta sólo tiene la sensación de que se está yendo de la vida.
…No repara en las calles que –casi por azar- se encuentra, sino en las que fueron suyas; y el aturdimiento y la torpeza de sus pasos lo pueden llevar a cualquier sitio; hasta, a veces, delante de su casa u otro lugar tan familiar como ésta. Por eso, en ocasiones, se queda parado repentinamente porque algo lo ha atraído; aunque no hace sino sentir su presencia, detenerse como si esperara y seguir andando.
Lo mismo sucede cuando es la mirada de alguno, la que le suscita una presencia que ha sido algo suya; porque, tampoco, aquel puede verlo.
…Sigue deambulando perdido y solo en este mundo del que ya se ha ido. Pero una vez –tan sólo una- sus ojos vieron otros ojos, las miradas se cruzaron y alguien lo encontró; aunque únicamente sintió esto.
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El hombre ha salido de casa. Cree que está huyendo de ella, porque el recuerdo del otro, casi incesante, no lo deja vivir; pero es su mente torturada la que lo impulsa a hacerlo para volverlo a ver y saber lo que quiere…
…Lo ha visto muy de lejos y va a buscarlo. Su agitación hace que corra detrás a darle alcance; sin embargo, al detenerse un momento para descansar, decide seguirlo y ver qué hace.
No entiende para qué está recorriendo calles y calles, aunque sea un ser extraño al mundo, porque nada sucede con él. Sólo, algunas paradas súbitas ante la gente o ante algún lugar –que tampoco comprende- interrumpen la caminata.
Hace bastante tiempo que comenzó a seguirlo. La separación entre los dos cada vez se acorta más; -lo que le parece lógico por la lentitud del otro-pero no ha notado que es aquel quien se está deteniendo.
Es una sensación repentina y brusca la que llega al primer hombre; después de que al volver a sentir la de aquella presencia que lo encontró, haya enlentecido su marcha. Sin embargo, ahora, es angustiosa; tanto que lo ha paralizado; aunque su memoria ha vuelto a tener aquellos recuerdos olvidados al regresar. Después, su cuerpo –extrañamente sacudido- ha salido de su estupor y ha encarado al hombre.
Éste, sorprendido por todo, se ha quedado quieto, y no puede articular ni una palabra. Los ojos del otro ahora están vivos –aunque parezcan cegados- porque de ellos le llega el pánico y el dolor que está viviendo; sin decir nada.
Las palabras, ahora, están en la mente del vivo. Su memoria, también ha estado en silencio desde aquel día; y también se ha recuperado. Recuerda la escena y se la dice a sí mismo, sín tratar de esconderla; porque la mirada del otro le ha puesto delante el horror que desencadenó y la culpabilidad que le llega
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De noche, en las afueras de la ciudad, reaparece aquella sombra. Vuelve a ser alguien perdido, solo, sin recuerdos y moribundo, que está regresando a su tumba.
Detrás, otro hombre –que lo ha venido siguiendo- entra tras él en ella.
La oquedad –abierta en la tierra de nadie y escondida entre la maleza- está como antes –fría, dura y húmeda-; y en el suelo hay un hombre muerto, rígido y descuartizado; que nada tiene –ni dentro, ni fuera- que siga vivo.
…El otro sale de ella y se interna en el campo; mientras la oscuridad está haciendo desaparecer cualquier asomo de vida.
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