E L N O T I E M P O
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¡Están todos vivos!...No sé por qué he exclamado, alegremente sorprendido, ni
todos, ni vivos…Yo estaba dispuesto a escribir; un deseo renacido después de un
tiempo perdido en hacerlo casi por encargo –el mío-. Y por eso, y para que algo
me llegara para empezar a escribir, estaba canturreándome, una de mis
canción es de siempre.
“Extraños en el paraíso”, de Gloria Lasso, era la que había elegido –o ella a
mí-, hacía unos días. Pero, esa sensación de belleza, de emoción y de
plenitud, que antes me traía la canción, ahora no aparecía; porque
los paisajes que veía eran rincones desolados aunque –eso, sí- humanos,
demasiado humanos, tristes y penosos…
…Así discurría mi canturreo, mi bloqueo y mi pesar; pero, de repente, ante algo
que vi; exclamé la frase: Era un lugar, aparecido ajeno al paisaje anterior,
con una realidad rotunda, viva y despierta.
Un paraje –un trozo casi enmarcado- de campo, al parecer un huerto; y dos
personas, inmediatamente reconocidas -mi padre y mi madre-que faenaban en
él. Ella, había vuelto la cabeza –supongo- hacia mí; él había dejado lo que
hacía y con su azada apoyada en la tierra, me estaba mirando. Parecía estar en
su madurez, en su edad fuerte y afanosa, en el trabajo que se hace, cansa y se
vuelve cada día. Y, si me miraban era, sencillamente, porque alguien –yo, un
desconocido- los había sorprendido y, quizás, importunado,
Aquello, que podía parecer una escena del pasado –algo que ya no era-, tenía,
sin embargo, la fuerza de la realidad presente, su indudable “estar ocurriendo
en esos momentos”; y yo no dudé ni un instante en reconocerlo y, por supuesto,
asombrarme de que estuvieran vivos, en su propio tiempo y, a la vez, en el mío.
Después, pese al encuentro, a mi convicción, a mi alegría y a la rareza de que
no me reconocieran; seguí adelante, como si nada me hubiera ocurrido o afectado
y como si ya formara parte de esta realidad irreal.
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Seguir adelante no es justamente lo que hice; porque si el lugar me lo encontré
repentinamente, al parecer, llegando por mis propios pasos; ahora, lo que veía
era una vereda detrás suya, pero después de desaparecer el paraje del campo.
Sin moverme de donde fuera que estuviere, el camino lo sentía como un sendero
que no muy lejos, llegaba a lo que podía ser un bosque, y lo cruzaba hasta un
recodo que n o me dejaba ver más.
Todo era una naturaleza virginal, fresca y limpia; que acercaba la ocredad de
la tierra al verdor de la arboleda; y ésta subiendo a las alturas, también
ocultaba lo que podía haber –si lo hubiera- más allá…
…La sensación de lo que estaba ocurriéndome se iba de la belleza del lugar,
porque éste, sobre todo, me llevaba a un estado tenso y emotivo, en el que se
enlazaba el extraño encuentro de antes, el de ahora y la intuición de que este
nuevo camino iba a ser tan sólo, el tránsito entre tiempos; aunque recorrido
embargado por una espera in esperada…
… Empecé a andar. La tierra del sendero estaba endurecida, fría y desherbada;
pero el pasar por ella hacia el bosque era acogedor y seguro como una senda en
la naturaleza; aunque no te acompañaba en nada más.
La arboleda que orillaba el camino no dejaba ver mas que una impenetrable
hilera de troncos enhiestos y apretados que, desde muy abajo, se ocultaban en
un follaje enverdecido y denso, afilado en sus copas, a tanta altura, que
parecían desaparecer ellos, junto con todo lo que allí hubiera…
Todo lo que de lejos era bello, aquí se hacía extraño e inhóspito para mí,
aunque el caminar no iba a detenerse, mientras pudiera…
…El trecho que recorrí dentro, hasta que llegué al recodo en el que desde fuera
había reparado, no me deparó mas que el deseo de salir de allí; porque, aunque
a soslayo, traté de ver a través de la maraña de árboles, no encontré nada
–algo que ya sabía-. Por eso, sólo seguí el sendero –lo único cercano- sin
esperar nada más.
E igual que sucedió con el primer encuentro, de pronto, al doblar el recodo, el
paraje anterior desapareció: solamente, era otro paso entre tiempos.
-----o-----
Ante mí, el campo; como un paisaje que desolaba mi sentir. Un lugar en
el que la tierra perdía todo su refugio: una vastedad en la que no se veían sus
confines, no habían más que restos resecos
de vegetación, el relieve era un caos de llanuras y lomas arrasadas, y, hasta
el aire que lo cubría sólo exhalaba
podredumbre y muerte.
Aquí, también salía un camino; pero, lo sentía real –no de paso-; de una
vida que se había asentado en un tiempo
y que aún existía, aunque la presentía penosa y agónica. Andando por esta
vereda deshecha, seca y polvorienta; a lo lejos vi lo que semejaba una choza y
gente; realmente, alguien que me miraba y un rumor de otras que debían estar
cerca suya.
Quien me miraba, sin duda, era un ser humano, un hombre, pero todo en él
tenía el trazo, evidente, de estar enajenándose. Un rostro congestionado, embarbado y mugriento;
un resto de vestimenta que se caía a jirones; y, sobre todo, su cuerpo
vacilante, agarrotado y torpemente hostil y asustado.
La gente que se sentía detrás, no
la notaba mas que por ese ajetreo de
pasos y ruídos que la delataba. Y, aquello no era una choza, sino una casa de
campo, derruída en buena parte, que mostraba el deterioro por el tiempo –o por
lo que fuera-…
…Lo que yo tenía delante era otro hecho de vida. Esta vez, como la huída
ante una catástrofe ocurrida, quizás, en otro lugar; y el destrozo que causaba
en mente y cuerpo, una desesperada lucha por sobrevivir que bordearía la
locura.
Y yo no hacía nada; tampoco sentía pena por ello, sólo asombro –humano-
por lo que parecía un horror, tan natural como humano. Sin embargo, una
sensación de extrañeza ante este encuentro –también, el primero-, el que me
miraran –sorprendido-, el que no pasara nada después, y, este revuelo del
tiempo…; una sensación de extrañeza era lo que me embargaba y me vaciaba de lo
demás…
…Después lo que yo estaba –aparentemente- viviendo, empezó a parecerme
como una escena que se albergaba en mi mente, sólo eso; y lo que había sentido
vivo había desaparecido en ella…
…Poco a poco, el sentirme estancado dio paso a una sensación hecha de
frustración y tristeza; porque todo había comenzado con el deseo de escribir,
con atrapar una melodía llena de hondura, y, tras un periodo de bloqueo y
pesar, tener aquella primera visión de vida que, sin expresarlo bien, me llenó
de alegría;…y, ahora, esto, que me devuelve a un vacío del ánimo.
-----o-----
Como hago otras veces –porque quiero escribir, sentir y saber- vuelvo a
traer la melodía a mi ser; y no permanecer en esta nada a la que he llegado;
pero, no, forzarla, para que lo que venga esté determinado por lo que he sabido
en los encuentros.
Desgrano lentamente cada nota, cada acorde y cada frase; y los sentires
que despiertan –viejos conocidos- fluyen dulcemente dentro de mí. La nostalgia,
la pena reconfortada, el ensueño abandonado, la extraña sensación de dicha a
pesar de la pérdida de lo que se anhela –y, a veces, casi se desconoce-;
vuelven a aparecer como siempre. Y, también, esa engañosa búsqueda de lo que
deseo, a través de un retazo de la melodía; que, repetidamente, no llega a
ningún sitio…Así, finalmente, la música se vuelve una cantinela, que acabará en
silencio.
Pero algo surge de dentro de ella; algo que estremece y despierta mi
emoción. Y ahora no son encuentros con gente de un tiempo que no sé si es el
mío, el suyo o el de todo; sino trozos de vida del pasado que están ocurriendo
delante de mis ojos, siendo yo alguien de mi propio tiempo que ha llegado –o recordado-
al suyo…
…La primera escena, la que rompió la monotonía de una música que
callaba, apareció cuando ésta mostró un sendero que bordeaba la valla de lo que
semejaba un jardín; pero con tanta exuberancia fresca y enverdecida que se
sentía un bosquecillo, cuyo ramaje yo iba separando para ver lo que allí había:
una escena con mis padres jóvenes, alegres y divertidos en una terraza enmarquesinada
de un bar, al que a veces íbamos en
salidas de domingo.
Pero, lo de mis padres no era lo más crucial en este paraje del tiempo
pasado. Lo de ellos –en sí mismo- podía ser un recuerdo nostálgico ligado a mí.
Pero ¿qué hacían también otras escenas de vida, desunidas de la mía o meras
ficciones?: ¿Humphrey Bogart en el salón
en Casablanca, Montgomery Clift junto al árbol de la vida, Natalie Wood
desaparecida en Esplendor en la yerba?...Ellas, aquí; por las que no suelo
sentir apego, sino pena; cuando, por
algún motivo las he vuelto a ver; hacen más extraño lo que está pasando.
Sin embargo, en este lugar en el que han aparecido, mi sensación es otra
muy distinta a la de los recuerdos de otras ocasiones…Vuelvo a sentir que todos
están vivos, en esta inesperada realidad.
Mis padres no me ven; pero esos
momentos de vida también son míos, aunque no aparezca en ellos. Con los
demás, las escenas en las que los había conocido ya n o son –o no parecen-
ficciones.. Y, aunque los tiempos y los lugares estuvieron separados, ahora son
de lo que siento como un “no tiempo”, y están en un “no lugar”; aunque todos están
viviendo algo que transcurre y está aquí…
…Todos –mis padres y ellos- están viviendo. Que lo hagan mis padres no
es nada extraño; salvo porque había sucedido en lo que fue mi pasado, aunque
ahora parezca mi presente. Pero, los otros no vivieron una historia real, sino
una simulación, que, extrañamente, es lo que está ocurriendo delante de mí; y
que siento tan verdadera como la de los míos.
Realidad, de unos y de otros, es lo que hay en este lugar –“no lugar”- y
en este tiempo –“no tiempo”-. Y estos “noes” son así –absurdos, pero evidentes
para mí-; y llegan desde la sensación de intuir, que podía ver a mis padres en
otros momentos cercanos o lejanos –en su tiempo- de éste; y en todos estarían
llenos de vida, dejando fuera, como si no fueran de ellos, los que fuero sólo “sobrevivientes en ella”: habría un
tiempo y un lugar en los que ellos serían “marionetas” que vivirían en lo que
nos parece realidad; y el “no tiempo y lugar” en el que serían reales, en sí
mismo;…existentes, separados del avatar del vivir.
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